26 de febrero de 2010

El análisis de mi cuñado y cómo se tuercen las cosas.

Hoy tengo que hablar de mi cuñado. Resulta que ayer decidí seguir pintando aquel cuadro abstracto y al óleo que dejé secándose en el tenderete de la casa de mi chica (picha aquí para ver el artículo).


Tenía ganas de seguir con mi diarrea artística del otro día e iba preparado para la ocasión. La primera vez que comencé a pintar el lienzo, tiré de brocha y me dejé llevar para acabar pintando todo el cuadro de un color amarillo chillón sin saber muy bien por qué. Pues bien, como he dicho, en esta segunda ocasión y tras rebanarme un poco los sesos decidí darle un sentido y tratar de darle un toque que me agradara. Para ello tomé la determinación de pasarme por la mañana a comprar un par de cepillos de dientes con el objeto de realizar salpicaduras en color blanco por la superficie amarillenta y después crear brochazos rojos por encima para dar sensación de impacto.

Total, llega el momento y tras hacer pruebas en papel decido llevar a cabo el experimento que tenía en mente en mi cabeza. El resultado resulta ser desastroso y desisto de seguir, cabreado y de muy mal humor. Y, enojado por la enorme cagada, se me cruzan los cables y cogiendo un pincel gordo empiezo a dar brochazos a mala hostia contra el lienzo. Descargo mi ira anaranjada en una parte del cuadro. Empiezo a relajarme, poco a poco tras algunos toques en rojo y blanco, y empiezo a crear cuadrados azules en tonos suaves mientras me relajo y añado frialdad al cuadro. Tras terminar y ver el conjunto veo algo que no me desagrada pero que crea una sensación de desequilibrio; sé que aún falta por terminar algo y no alcanzo a determinar que es.


Con el motivo de que alguien me dé una opinión, se lo enseño a mi cuñado y a mi suegra. Me quedo atónito ante la reflexión que hace el primero sobre lo que trato de expresar en el cuadro y da de lleno en lo que transmite.

"Es la contraposición de lo cálido y lo frío, del bien y el mal, de la ira y el desasosiego", me dice, mientras me quedo con cara de gilipollas al ver a un adolescente de quince años soltar tamaña reflexión.

No dejan de sorprenderme los apuntes que hace y lo que cree que faltaría en lo que observa. Me recomienda que, al igual que hago uso de cuadrados en los tonos fríos, me atreva a añadir otras figuras geométricas en los cálidos y trate de dar serenidad hacia el centro del lienzo.


Conclusión:
Creo que mi cuñado debería dedicarse al arte y a pintar cuadros, más concretamente. Y por cierto, no lo dije en el artículo anterior en el que hablaba sobre mis primeros pasos en la pintura, pero lo digo ahora; colgaré una imagen del cuadro aquí una vez lo termine.

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