25 de septiembre de 2010

Los putos comerciales del gas.

Hoy ha sucedido algo que me ha hecho recordar una inquientante experiencia sufrida hace unos meses en un currito que me ofrecieron. Mientras estaba haciendo lo que llamamos "Zona", dentro de un portal, entregando la revista que todos los meses dejo a los vecinos de mi barrio por si están interesados en mis servicios como agente inmobiliario, he escuchado que algunas personas estaban llamando a las puertas de las primeras plantas (yo estaba en la cuarta planta). Los que llamaban eran comerciales que trataban de vender los servicios de Iberdrola. Pues bien, los dos capullos (porque eran dos) no se les ocurría otra cosa que cuando recibían un "NO", emprenderla a insultos con el vecino, incluyendo los famosos "subnormal" e "hijo de puta". Por supuesto no me ha quedado más remedio que largarme de allí para que los vecinos no me tomaran por otro de esos retrasados. Y esto me ha hecho recordar una experiencia que viví no hace mucho.

El trabajo era como comercial, el sueldo era bueno y, aunque estaba en Madrid y quedaba lejos para mí, no tenía muchas más opciones debido a que estaba en el paro asique acepté. La tarea consistiría en ir con traje a diferentes lugares de la capital y tratar de conseguir un mínimo de dos contratos al día llamando a lo que se conoce en el mundillo como "puerta fría", es decir molestar al vecino y venderle los servicios del maldito suministrador del gas. En mi caso era Endesa (sí, lo he dicho).

Pues bien, el primer día que entré pude ver a hombres y mujeres que presentaban una estética absolutamente comercial, trajes y aspecto profesionales, además de que todos eran atractivos y cumplían, en mayor o menor medida, el canon de belleza impuesto por nuestra sociedad. Yo me veía en uno de esos grupos de entre quince y veinte personas, todos guapos y dichosos y con una carrera por delante. En aquel momento el jefe de personal me indicó que me acercara al grupo que me habían asignado. Para mi sorpresa era el grupo más alejado y escondido de toda la oficina y constaba de tan solo tres tipos, ninguno de ellos con un traje como el del resto. Me sentí un tanto incómodo y marginado en aquel rincón, pensaba que fuesemos a jugar una timba de póquer. Por supuesto no voy a dar nombres, y de hecho sólo recuerdo uno, los otros dos los he olvidado.

Nada más salir por la zona de avenida de la Ilustración, que fue dónde nos enviaron, el alcohol estuvo presente en forma de litrona, debía ser para perser la poca vergüenza que tuvieran visto lo visto más adelante. Como yo aún no tenía contrato me encasquetaron la botella por si nos pillaban. Después de aquello tocó porros y trompetos. Por supuesto el acoso sufrido por las féminas que paseaban por la calle dónde nos encontrábamos era descarado. Es más les importaba una mierda si iban acompañadas con sus respectivos novios o familiares o niños pequeños. Aquello derivó en una conversación entre mis "profesores".

Empezaron a comentar que hacía un par de días se habían follado (dicho literalmente) a una piba a la que le habían ofrecido el puto servicio del gas y que se puso cachonda con ellos. Hablaban y hablaban de que se la habían metido por aquí y por allá, que le cabía el puño entero por el culo y tales cosas (ahora me rio pero en su momento lo flipé en colores). Y que mejor forma de enfatizar tiene esta gente que decirte aquello de: "Mañana a las cinco hemos quedado con ella pa' follar. Vente si quieres que esa como si vamos ocho".
Como mi respuesta fue negativa; lo primero porque respeto a mi novia sí o sí y lo segundo porque pasaba de que me rozaran con la cebolleta y compartir sus putas babas; me acusaron de ser maricón (textual). Llamadme gilipollas si queréis por haberme negado, pero estoy orgulloso de mi decisión.


Una vez terminado el porrito fuimos a tomar otra cerveza a un bar, donde siguió el tema de la clienta que se cepillaban día sí y día no. Cuando por fin salimos a trabajar, tuvieron la ocurrencia de colarse en una zona donde estaba prohibida la entrada a comerciales. A punto estuvo el portero de llamar a la policía y terminar metidos en un embolao del copón. En otra ocasión nos abrió la puerta a mí y a mi "profe", una tía en bikini porque iba a la piscina según decía, nos hizo pasar y nos ofreció cervezas. Acepté la birra por una sencilla razón, en aquel momento ya había decidido mandar a tomar por culo aquel trabajo, y tampoco tenía porque ser descortés con la chica del bikini. Por supuesto, el subnormal de mi compañero ya pensaba en tirársela cuando plantó el pie en la entrada, cosa que al final no sucedió.

Hubo muchas más cosas a lo largo del día que me implusaron a mandar a la mierda aquel trabajo; como robar condones y lubricantes en establecimientos, saltarse los torniquetes del Metro con un sueldo de 4000€ (mientras se reían porque yo pagaba el billete) o insultarse entre ellos de tal forma que sólo les faltaba matarse. Creo que hice bien en mandarles a tomar por culo al día siguiente, y aunque hubiera querido ir no habría podido, fue la época en la que los empleados de Metro hicieron huelga sin servicios mínimos.

4 comentarios:

Raquel dijo...

Si es que... en menudos embolados te metes.... o.. ¿te meten? jajajaja

Ruben Barroso dijo...

Fue un día jodido aquel, no sabía si iba a acabar en el calabozo o sodomizado o vete tu a saber...

Unknown dijo...

Joder, a partir de ahora tendré cuidado con quien llama a mi puerta no vaya a ser que me violen (o aún peor que me convenzan para que contrate los servicios que ofrecen)

Ruben Barroso dijo...

xD Ten en cuenta que hablo desde mi experiencia personal, pero como ves no fue muy buena. No obstante estoy de agente inmobiliario y me toca llamar a puertas de vez en cuando y es otro mundo.