4 de enero de 2010

Alcohol y sexo, mala mezcla.

Este artículo va dirigido a un amigo mío al que creo que puede ayudarle en mayor o menor medida.
O no.

Desde que los árabes inventaran la cerveza hace más de 5000 años hasta las bebidas de hoy en día han pasado muchas cosas; guerras, rebeliones, avances tecnológicos o cambios políticos y demográficos, entre otras cosas. Es por ello que en todo ese lapso de tiempo resulta difícil creer que aún no exista un manual básico sobre normas de conducta, en este caso concreto sobre el sexo y los efectos del alcohol a la hora de querer pasar un buen rato "esquiando" (dicho finamente).

Por supuesto, no podemos negar la evidencia de que tanto beber, ya sea en su justa medida o hasta echar la pota (eso depende de cada uno), como el hecho de querer echar un casquete de vez en cuando son cosas que a casi todo el mundo gusta. También los hay que ni una cosa ni la otra, lo cual es respetable. Pero, ¿de qué sirven tantos milenios de beber y fornicar cuando caemos siempre en los mismos errores estúpidos? Me refiero evidentemente a la hora de combinar ambas cosas. Alcohol y sexo. Sexo y alcohol. Aún recuerdo aquello que decían en el colegio; "el orden de los factores no altera el resultado". Me rio yo de eso.

Tras un tedioso análisis sobre el tema, en concreto una tarde en la que me estaba tomando un té con una amiga, todas mis dudas hallaron respuesta. Sin cortarme lo más mínimo le pregunté si era cierto que las mujeres se excitaban sexualmente cuando estaban borrachas; a lo que me respondió con un sí rotundo. Anteriormente mi novia me había dado la misma respuesta, asique decidí fiarme de ambas pues yo no podía saberlo mejor que ellas.

Curiosamente, a los tíos nos ocurre más bien lo contrario. Tras un primer contacto con el alcohol nos sentimos eufóricos y capaces de comernos el mundo y lo que no es el mundo (esto último entiéndase como quiera), pero inexplicablemente a medida que avanza la noche y la proporción de alcohol en sangre, las neuronas empiezan a flaquear y nos invade una puñetera sensación de sueño que nos aplatana y en vez de comernos el mundo queremos comernos la cama y no precisamente para pasarlo bien en compañía sino para levantarse con un resacón de narices al día siguiente.

¿Y qué provoca este tipo de situaciones? Pues que cuando tienes la posibilidad de comerte un rosco, o tres en el caso de mi amigo, al que llamaré "Peneke", que se encontraba en pelotas en una cama mientras tres chicas le llamaban para que se metiera en la misma cama en la que ellas se encontraban, éste decidiera que quería seguir durmiendo plácidamente.
Asique ya sabéis amigos ellas si pueden beber alcohol y buscar sexo con quién deseen, pero ojito con los tíos sino queréis quedaros dormidos en mitad de la fiesta; no sólo porque no quedaríais muy bien con vuestra/o compañera/o de cama sino porque lo que podía acabar como un buen día acabe siendo un absoluto fracaso.

En fin, os dejo una de mis viñetas y os deseo lo mejor.

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